Las valiosas propiedades de la bergamota se conocen desde hace siglos. Incluso antes de que se empezara a producir aceite esencial, se descubrieron las características antisépticas de esta planta. En una época en la que no se disponía de antibióticos, se preparaban bálsamos calmantes y curativos a base de bergamota.
Las investigaciones modernas confirman que el aceite esencial de bergamota se utiliza eficazmente en el tratamiento de enfermedades dermatológicas y para reducir la inflamación causada por picaduras de insectos.
La eficacia del aceite de bergamota es especialmente pronunciada debido a su complejo uso en el tratamiento de enfermedades del sistema genitourinario. El uso oportuno de aceite de bergamota en baños o soluciones de lavado puede evitar la propagación de la infección al primer síntoma de la enfermedad.
Además, la bergamota viene al rescate durante los periodos de luz solar reducida, cuando la producción de serotonina disminuye bruscamente. El té de bergamota, los baños aromáticos o la simple inhalación pueden aportar una sensación de armonía y restablecer el equilibrio psicológico.
Las sustancias volátiles del aceite esencial de bergamota estimulan la mucosa de las fosas nasales, transmitiendo una señal directa al hipotálamo, que regula la actividad psicoendocrina del organismo.
